El ciclo energético o cadena alimentaria es el aprovechamiento máximo de la energía solar por los organismos vivos. Toda la energía llega a la Tierra desde el Sol en forma de energía radiante. Esta energía es inagotable, pero solo es captada por las plantas, las algas verdes y algunas bacterias, a través del proceso de fotosíntesis, por el cual, la energía del sol es transformada en materia orgánica. El reino animal aprovecha esta materia orgánica, transformada por las plantas, para vivir. Así, se van creando diferentes niveles energéticos dentro de esta cadena. Toda la energía de las plantas y de los animales es transformada por un grupo de micro y macro organismos presentes en el suelo, denominados “descomponedores”, que transforman la energía en humus o coloide químicamente estabilizado. Esta materia orgánica degradada está nuevamente disponible para las plantas. De esta manera, la cadena se conecta con su punto inicial, cerrando así el ciclo energético.
Ilógicamente, con la llegada de la revolución verde y su forma de fertilización química, se empezó a prescindir del humus del suelo. Aún así, esta rápida forma de fertilización artificial, depende para ser efectiva de su constante aplicación. Por esta razón, a largo plazo, esta estrategia se ha transformado en un gigantesco fracaso. Menos de 100 años bastaron para que la sociedad se diera cuenta de este error, pero, hoy, la alarma ya está encendida. Según un informe de la ONU, el 25 % de los suelos están totalmente degradados y otro 25 % más lo estará en pocos años. En Chile, según un informe de la Cámara de Diputados, tenemos un 67% de suelos degradados. Sin embargo, como país botamos una alta cantidad de materia orgánica a diario. Si se suman los desechos vegetales, como las hojas, pajas, ramas, etc., los desechos animales, como el estiércol, rumen etc., la magnitud gigantesca de desechos industriales, y los desechos humanos, se llegaría a una cifra que no podría transcribirse en una sóla página. El potencial energético de los desechos supera varias veces la energía que consumimos. Todos estos recursos son acumulados en grandes vertederos, donde se quema la energía sin ser devuelta al suelo.
La ruptura de esta cadena nos ha llevado a desconectarnos del ciclo vital más básico. Hoy en día, vivimos suministrados en gran medida por las empresas petroleras, que producen los fertilizantes químicos aplicados en nuestros alimentos. Si en vez de inyectar energía externa, mediante combustibles fósiles, usáramos la energía que desechamos, podríamos recuperar el ciclo energético que ha sostenido el planeta desde sus inicios. Esta utopía no debe ser solo abordada a nivel estatal, ya que el tratamiento de los desechos debe ser responsabilidad de todo quien los produce. Por esta razón, CEILOM invita a cada uno de nosotros a hacerse parte de esta urgente necesidad.
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