Cartelaria II se centra en la figura del espectador enfrentado a los estímulos publicitarios, para poner en en duda sus signos a través de diferentes cambios de soportes y contextos. Aunque juegue con los formatos más comunes de los avisos publicitarios, no busca presentarse como una obra monumental, ni de grandes dimensiones, sino, por el contrario, pretende instalarse de manera silenciosa, casi en secreto, en lugares al exterior del museo. Más que un grito o sonido amplificado, se plantea como un susurro que busca poner en evidencia la falta de una ecología visual en nuestro entorno, lo que incide en los ámbitos sensitivos y sicológicos de los transeúntes.
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