Entre satélites y volantines

En algún momento de nuestra historia, cultural y evolutiva, el ser humano miró hacia el cielo. No sabemos cuándo ni por qué, pero seguramente fue un impulso que venía con nosotros, desde que hace unos 200 mil años apareciese el primero de nuestros antepasados en el universo. Ante un entorno hostil, agresivo, y con un cuerpo poco especializado en comparación a otras especies, resulta natural comprender que el mundo para los primeros humanos, era en apariencia un caos amenazante e imprevisible. El mundo, sin embargo, estaba cobijado por un cielo que parecía inalterable, con una estabilidad y lejanía que despertaban la imaginación y fascinación de aquellos ancestros, como si esa quietud significara una trascendencia que podía ofrecernos herramientas para sobrevivir. No se equivocaron: mito y ciencia nacen hermanados como necesidad de encontrar una compensación para las garras, dientes, alas, velocidades y resistencias que la naturaleza le había dado a otros; el conocimiento fue así, y sigue siendo hasta el momento, la herramienta favorita con que buscamos asegurarnos la supervivencia. Los primeros observadores del cielo encontraron conocimientos prácticos como las estaciones del año, la posibilidad de organizar y optimizar migraciones y cultivos o la cuantificación del tiempo, sin los cuales habríamos sido uno más entre tantos intentos fallidos de la evolución.

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La nave Sputnik

Pero el conocimiento también es reflexivo, y nos apuntó a nosotros mismos. Descubrimos que algunas actividades cotidianas, cuando se realizaban alejadas de la búsqueda de su fin específico, podían proporcionar una sensación agradable, que aumentaba el bienestar: a algunas les llamamos juego, a otras arte, y a diferencia de los otros mamíferos, continuamos realizándolas a pesar de que el entorno nos exigiera ser adultos. Aprendimos a llevar conjuntamente la lucha por la existencia con la entretención; aprendimos a hacer convivir labores orientadas a conseguir objetivos concretos, como el alimento o la seguridad, con otras que en lo inmediato no nos entregaban más que el solo gozo de realizarlas. Así, fuimos encontrando formas en las estrellas según nuestras referencias más cotidianas, creando relatos míticos que hasta el día de hoy resuenan en toda cultura como herencia creativa y lúdica, para finalmente descubrir propiedades en ese techo misterioso que nos han enseñado que cielo y tierra son en realidad una misma cosa. De algún modo, arte, ciencia y juego tienen una raíz común, y a pesar de la especificidad del conocimiento moderno, y de las funciones que debemos aprender a realizar para sobrevivir en un mundo completamente distinto al de nuestros antepasados, no podemos haber olvidado del todo este hilo común.

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Sello postal de la URSS de 1964 homenajeando a Vladimir Komarov

El juguete popular que en Chile llamamos “volantín”, es conocido mundialmente como “cometa”. Su origen se remonta a un pasado de unos 1200 años, en la civilización china, en tiempos en que la humanidad comenzaba a complejizar su organización social producto del conocimiento adquirido. Cometa, tal como los lejanos visitantes de los confines del sistema solar, que al acercarse silenciosamente a su estrella madre, derriten su cuerpo de hielo formando una larga melena -en griego kometes- que ha impresionado a los humanos de todas las épocas. ¿Fue el volantín llamado “cometa” en homologación al fascinante espectáculo celestial ofrecido por estos viajeros inertes? ¿o fueron estos cuerpos sobrantes de la creación del mundo los que inspiraron un juguete transversal a múltiples culturas y épocas?, aunque nunca lo sepamos, la convergencia nos recuerda que el pedazo de papel, que conducido por el viento y mantenido por un fino hilo se confunde como un astro más en el firmamento, guarda así en sí la memoria del origen común de ciencia y juego, constituyendo el primer acercamiento material humano hacia el cosmos. El Sputnik1, viene a ser la necesaria actualización por parte de la técnica de un gesto lúdico expresado casi dos milenios antes. Nuestros primeros satélites, nuestros primeros embajadores hacia el cielo anunciando la buena nueva del despertar de nuestra conciencia, fueron los cometas-juguete, así como los cometas-astros han sido los embajadores celestiales encargados de informarnos, en un inicio, de desastres y bendiciones, y actualmente, de parte la historia del todo.

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Trabajo en Equipo

En el año 1995, un equipo de la Fuerza Aérea intentó lanzar al espacio el primer satélite chileno, el Fasat Alfa, el primer volantín propiamente moderno y actualizado desde el aprendizaje científico. Su lanzamiento fallido se grabó en la memoria colectiva como metáfora de un destino tragicómico de la chilenidad asociada al progreso, opacando incluso los éxitos posteriores del Fasat Bravo o del Fasat Charly. El primer paso en falso de nuestra aventura volantinesca-cósmica, mantiene una clausura implícita en nuestra vinculación cultural con el universo, quizá sólo minada recientemente con la inauguración del radiotelescopio ALMA2, sin embargo, el nexo tangible, la expectativa del viaje, aunque sea delegado en un embajador mecánico, pareciera haberse ido cortado en una comisión implacable del destino. Olvidamos que antes de un Yuri Gagarin3 hubo un Vladimir Komarov4, o que en cada maestro encumbrador de volantines yace un pasado de tirantes rotos y comisiones perdidas.

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“Venta de Volantines en la Ruta 68”

Fotografía de Ismael Ortega, Tomada el 18 de septiembre, 2006

Esperamos que nuestra obra multimedial “Satélite de Madera” sea una invitación a volver a mirar al cielo, a recordar la comunión entre las emociones del juego y del conocimiento y, por qué no, que como pueblo volantinero tenemos una tarea pendiente en el cosmos, que todavía estamos a tiempo de cumplir.

Christian Álvarez

Museo Internacional de Chile (MICH)

1 El primer satélite artificial de la historia lanzado el 4 de octubre de 1957 por la Unión Soviética.

2 El Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), es una asociación internacional entre Europa, Norteamérica y Asia del Este en colaboración con la República de Chile y, al mismo tiempo, el mayor proyecto astronómico del mundo.
3 Cosmonauta soviético, quien fuera el primer ser humano en viajar al espacio exterior a bordo de la nave Vostok 1el 12 de abril de 1961.

4 Cosmonauta soviético, el primer humano en fallecer en una misión espacial, la Soyuz 1.