La Papita es la puesta en práctica de un principio químico que produce electricidad a través del uso de papas y metales interconectados. La conexión, de clavos 99% cobre y metal galvanizado utiliza como medio ácido la pulpa de la papa para generar la reacción química necesaria para producir la energía que se traduce en voltajes. La energía producida alimenta una bandera chilena construida con luces LED. De esta manera problematiza, desde el humor, las políticas sobre nuevos recursos y tecnologías orientadas por el discurso eco-capitalista.
La instalación rescata de la colección permanente del MNBA de Chile un grabado del artista Víctor Grippo de 1972, adquirido por el MNBA en 1975. El grabado describe un aparato capaz de registrar las variaciones metabólicas de una papa, siendo realizado en el contexto de la formación del CAyC (Centro de Arte y Comunicación). De acuerdo a los principios de dicho centro, la obra de Grippo actúa como un nexo que atraviesa, temporal y territorialmente, la consigna de producir una relación práctica y significativa entre arte, ciencia, tecnología y política. En el contexto de una bienal que se ocupa, entre otras cosas, por hacer práctica ésta consigna, La Papita es una aplicación irónica, una reducción simbólica nacionalista, de aquel principio, en un contexto donde volverse eco-friendly ha sido también la jugada de una maquinaria capitalista que intenta disfrazarse amigablemente. El título de la obra hace uso del localismo “la papita” utilizado para designar una actividad fácil de ser realizada y por ello conveniente. Así, Chile, los recursos renovables, e incluso el arte o la misma papa se adjudican el título de La Papita. Aquello que ocurre físicamente detrás de los símbolos y enunciados, sigue fluctuando como esa débil energía que varía según la degradación de la papa y que apenas se pronuncia en su delicado aparataje.